viernes, 14 de octubre de 2011

A partir de los años 70 hasta 1990, en todas partes de Turquía se podían ver pósteres de ese cuadro. Su autor: Bruno Amadio, Franchot Seville, popularmente conocido como (Giovanni) o J. Bragolin.
Según la leyenda, este pintor, frustrado por su nula fama como artista, habría hecho un pacto con el Diablo para que sus pinturas fueran bien recibidas por la sociedad. Después de eso, realizó una serie de trabajos en los que destacaba la presencia de niños llorando. Uno de esos cuadros fue realizado a un niño que vivía en un orfanato. Más tarde, el orfanato se incendió con el niño adentro, y desde entonces se ha dicho que ese cuadro en especial adquirió el espíritu del niño.
La gran expresividad y simbolismo que refleja, emanada de la sensibilidad de autor e influidas por los acontecimientos sociales del momento, hacen de estos motivo de fábulas que nunca han sido corroboradas a ciencia cierta.
Se dice que este cuadro atrae desgracias a quienes lo posean. No obstante, ha sido el cuadro de mayor difusión de este artista, siendo muy solicitadas sus reproducciones en países como España, Inglaterra o Chile, ya que algunos le interpretan una función de protección a los niños pequeños.
La verdad es que hace varias noches estaba soñado con este cuadro. Ordenando una bodega hace unos días, entre cajas y tablas, después de casi 30 años, el cuadro apareció. Lo misterioso es que muchas veces se había trabajado en esa bodega y nadie se percató de su presencia.
Como dato curioso, cada vez que trate de mandar este artículo, desde distintos computadores y lugares, se caía la conexión u ocurría algo que lo interrumpía, como los cortes de luz en más de una ocasión.
Sin ser supersticioso me deshice de él y no le conté a nadie más, excepto ahora a los amigos de El Observatodo, total queda entre nosotros.


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